31/1/14

Bibliotecas sin adjetivos

"En un mundo donde la única certeza es la certeza de la incertidumbre"
Zygmunt Bauman

uve la suerte de asistir hace algunos años a unas clases de Historia de la Lengua Española que dio la Profesora Coloma Lleal en la Universidad de Barcelona (Facultad de Filología). No conservo los apuntes pero sí recuerdo vivamente, como suele ocurrir con los buenos docentes, unas palabras que nos dirigió a los alumnos al principio de la asignatura. Nos hizo a ver la paradoja del filólogo, que le permite disfrutar del estudio del lenguaje tanto a través de sus manifestaciones más correctas y más bellas como a través de las irregularidades y vulgaridades. De manera que lo mismo que los médicos alguna vez hablaron de "casos bonitos" donde otros veríamos un horror, los filólogos también ven en los horrores gramaticales y en las ingenuidades o extravagancias léxicas un acicate para seguir estudiando y la prueba del famoso "genio del idioma".
El año 2010 fue cuando tuve noticia por primera vez del concepto sociológico o filosófico de la liquidez. Me llegó a través del mediático  Walter Riso: "Siguiendo un término acuñado por el sociólogo Zygmunt Bauman, Riso bautiza como “líquida” al segundo tipo de mente. En contraste con el acartonamiento de la mente rígida, la líquida no se interesa comprometerse ni adoptar posturas específicas ante nada, como si todo les pareciese relativo. En su colorido lenguaje, Riso las describe como “Mentes sin cuerpo propio, informes, incoloras, sin constancia ni sustancia, indolentes y lejanas a cualquier compromiso: cerebros son memoria” ("Piedra, papel y tijera"). Ya entonces descarté en gran parte la oferta terminológica de Riso porque en mi opinión lo opuesto a la rigidez es en todo caso la flexibilidad. E incluso podríamos decir que la resiliencia adoptaría las virtudes de lo rígido y lo fléxible. Pero retuve de Riso, como retuve la clase de Lleal, el concepto de los "cerebros sin memoria" y en mi propósito decidí buscar los libros de Zygmunt Bauman, que es quien acuñó el término de líquido para asociarlo a la modernidad y a fenómenos que él ha estudiado tan bien y con tanta lucidez a lo largo de muchos años. Siempre hay que buscar el original, por buenas que sean las copias.
En una publicación reciente (Unidad de información clínica. Conocimiento líquido) el concepto se hace remontar a Tom Stoiner pero también a su legítimo autor, Zygmunt Bauman. Bauman es un sociólogo y filósofo que durante muchos años trabajó en la Universidad de Leeds, de donde me indica una colega que procede una publicación vinculada: Norton, F., Spoor, P., Gill, M., Mottram, S. ; Clowes, M. The Liquid Library Project: Accessing Information While on Clinical Placement: The Experience of Leeds University Health Students (Leeds: Leeds University Library, 2003). Con este parentesco y teniendo en cuenta que el libro de Bauman titulado Modernidad líquida fue por primera vez publicado el año 2000, podemos afirmar la segura procedencia de la palabra, que no procede ni mucho menos del campo de la Comunicación. Otra cosa es la deriva que han tomado sus significados.
No es mi pretensión resumir un ensayo tan sólido y cargado de ideas y lucidez, criterio y análisis, preguntas y respuestas. Simplemente deseaba indicar el origen de un término que empieza a usarse con candor pero pervertidamente. Por ejemplo: leí hace un par de años algo así como que "el término líquido hace referencia a la comunicación que realiza el hospital a través de internet y los medios sociales".
Si les digo que el buque insignia de la liquidez, el libro que he enlazado de Bauman, se abre con una frase del poeta y filósofo Paul Valéry, verán que el tema queda situado u orientado en toda una comprensión de lo que es nuestra actual sociedad:
"La interrupción, la incoherencia, la sorpresa son las condiciones habituales de nuestra vida. Se han convertido incluso en necesidades reales para muchas personas, cuyas mentes solo se alimentan [...] de cambios súbitos y de estímulos permanentemente renovados [...] Ya no toleramos nada que dure. Ya no sabemos cómo hacer para lograr que el aburrimiento dé fruto".
Sin salirnos de los preliminares, encontramos una referencia al Manifiesto comunista que no por mínima ("derretir los sólidos") nos pasa desapercibida. En primer lugar porque nos remite a un documento de 1847-1848. En segundo lugar porque en ese documento ya se mostraba la tensión entre la resistencia al estacamiento y la necesidad burguesa y liberal de cambiar continuamente y hacer del cambio su razón de ser, su fuerza económica y su excusa (**). 
Parece mentira como una sola palabra aluda a la insoportable levedad del ser y a la volubilidad o inconsistencia o lo vitriólico, aspire ser una variante del gastadísimo "2.0." o incluso apele a la "liquidación" (Zygmunt Bauman y los tiempos de liquidación). De todas las acepciones perversas tal vez ésta es la más nueva, y la podemos emparentar solo en el mejor de los casos a los 800 héroes liquidadores de la central nuclear de Fukushima. En el peor a meros desmanteladores.
Siempre he defendido el uso de la palabra biblioteca tout court, sin adjetivos, como una organización sustantiva. Se suele explicar que la biblioteca herreriana de El Escorial fue la primera que dispuso sus libros verticalmente. Hasta entonces ya sabemos que los libros se colocaban todo lo ancho sobre los estantes o sobre atriles, o cuando eran volúmenes de rollos, colocados también descansando sobre la parte con  mayor superficie. El hecho de que los libros cambien de forma, de soporte, de material, de forma de conservación no parece que en la historia que nos precede empujara a nuestros predecesores a cambiar de nombre de profesión o de su tarea, a zaga de las modas.
***
Como ejemplo o prueba de que la liquidez no es una característica per se deseable, les ofrezco un párrafo que Bauman toma de la historia reciente, la Guerra del Golfo y la Guerra de la ex-Yugoslavia:
"La principal técnica de poder es ahora la huida, el escurrimiento, la elisión, la capacidad de evitar, el rechazo concreto de cualquier confinamiento territorial y de sus engorrosos corolarios de construcción y mantenimiento de un orden, de la responsabilidad por sus consecuencias y de la necesidad de afrontar sus costos.
Esta nueva técnica de poder ha sido ilustrada vívidamente por las estrategias empleadas durante la Guerra del Golfo y la de Yugoslavia. En la conducción de la guerra, la reticencia a desplegar fuerzas terrestres fue notable; a pesar de lo que dijeran las explicaciones oficiales, esa reticencia no era producto solamente del publicitado síndrome de "protección de los cuerpos". El combate directo en el campo de batalla no fue evitado meramente por su posible efecto adverso sobre la política doméstica, sino también (y tal vez principalmente) porque era inútil por completo e incluso contraproducente para los propósitos de la guerra. Después de todo, la conquista del territorio, con todas sus consecuencias administrativas y gerenciales, no sólo estaba ausente de la lista de objetivos bélicos, sino que era algo que debia evitarse por todos los medios y que era considerado con repugnancia como otra clase de "daño colateral" que, en esta oportunidad, agredía a la fuerza de ataque.
Los bombardeos realizados por medio de casi invisibles aviones de combate y misiles "inteligentes" -lanzados por sorpresa, salidos de la nada y capaces de desaparecer inmediatamente- reemplazaron las invasiones territoriales de las tropas de infantería y el esfuerzo de despojar al enemigo de su territorio, apoderándose de la tierra controlada y administrada por el adversario". (Zygmunt Bauman, Modernidad líquida)

 Zygmunt Bauman en su discurso al recibir el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades 2010 (discurso)
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(*) "L’interruption, l’incohérence, la surprise sont des conditions ordinaires de notre vie. Elles sont même devenues de véritables besoins chez beaucoup d’individus dont l’esprit ne se nourrit plus, en quelque sorte, que de variations brusques et d’excitations toujours renouvelées. Les mots « sensationnel », « impressionnant », qu’on emploie couramment aujourd’hui, sont de ces mots qui peignent une époque. Nous ne supportons plus la durée. Nous ne savons plus féconder l’ennui. Notre nature a horreur du vide, – ce vide sur lequel les esprits de jadis savaient peindre les images de leurs idéaux, leurs Idées, au sens de Platon. Cet état que j’appelais « chaotique » est l’effet composé des œuvres et du travail accumulé des hommes. Il amorce sans doute un certain avenir, mais un avenir qu’il nous est absolument impossible d’imaginer ; et c’est là, entre les autres nouveautés, l’une des plus grandes. Nous ne pouvons plus déduire de ce que nous savons quelques figures du futur auxquelles nous puissions attacher la moindre créance." (Paul Valéry, Le bilan de l'intelligence)

(**) "La burguesía no puede existir, si no es revolucionando permanentemente los instrumentos y los medios de la producción, que es como decir, todo el sistema de la producción y con él todo el régimen social. Todo lo contrario que las clases sociales que le precedieron, pues estas tenían como causa de su existencia y pervivencia, la inmutabilidad e invariabilidad de sus métodos de producción. La época de la burguesía se caracteriza y distingue de todas las precedentes, por un cambio continuo en los sistemas de producción, por los continuos cambios en la estructura social, por un cambio y una transformación permanente. Se derrumban las relaciones inconmovibles y mohosas del pasado, junto contodo su séquito de ideas y creencias antiguas y venerables, y las nuevas envejecen ya antes de echar raíces. Se esfuma todo lo que se creía permanente y perenne. Todo lo santo es profanado, y al final, el hombre se ve constreñido por la fuerza de las cosas, a contemplar con mirada fría su vida y sus relaciones con los demás. La necesidad de encontrar permanentemente nuevos mercados, espolea a la burguesía de una punta o la otra del planeta" (Karl Marx, Friedrich Engels, Manifiesto del Partido Comunista) .

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24/1/14

Utilidad del DOI para buscar preprints






al vez los lectores y los autores de publicaciones científicas solo han empezado a conocer el nombre DOI muy recientemente. Fue anunciado por primera vez en la Feria del Libro de Frankfurt o Fránkfort de 1997, fruto del acuerdo de tres asociaciones de editores (publishers). Solemos encontrarnos el DOI (identificador digital de objetos) como una retahíla de números y letras que empiezan por 10.1. Encontrarán muchísima información tanto en la página web del DOI (http://www.doi.org/) como en la norma ISO que se fijó el año 2012 (ISO 26324). 
No es por regodeo semántico que recalcaremos simplemente que DOI corresponde a las siglas de las palabras que forman la frase "identificador digital de objetos" y no de la frase "identificador de objetos digitales" (v. epígrafe 1.6.1 del Handbook). Aunque esto pudiera parecer baladí, explicado mal pero pronto no lo es porque precisamente lo que persigue el DOI es ser un identificador digital y una URL permanente dirigida a un objeto, aunque este objeto pueda cambiar de lugar o de contenido su información. Solo añadiremos que el nombre o identificador DOI lo dan o registran una serie de agencias -nueve en total, actualmente- y que supone un coste sujeto a un sistema tarifario.
Lo que verdaderamente resulta muy interesante para los que tenemos que acceder diariamente a las publicaciones científicas es la utilidad del nombre DOI como punto de acceso para aquellas publicaciones que aún se encuentran en una de aquellas fases previas a la de la publicación definitiva.
Los investigadores ya se han acostumbrado desde hace unos cuantos años a usar el identificador de PubMed, el PMID, para llenar formularios de plataformas como la del FISS o ISCIII. Es decir, de un tiempo a esta parte el PMID se usa para invocar con el solo número todos los datos del registro bibliográfico que interesan al formulario. De esta manera se consigue fácilmente y de una manera rigurosa cargar todo el aparato bibliográfico de un currículum. Y en muchos casos todo lo que no es el PMID resulta, como se suele decir, información inerte, que no puede ser validada automáticamente.
A veces nuestros investigadores desean acceder a publicaciones que ya aparecieron indizadas en las bases de datos de Scopus o PubMed pero que en realidad aún no se han publicado, en el sentido literal de haberse hecho "públicas". Muchas veces, tenemos acceso a una revista en su totalidad o en un segmento amplio de años pero no podemos acceder a esos artículos que no tienen un mes/número asignado. Ni siquiera se pueden encontrar a través del buscador que ofrece la propia revista o la plataforma de su distribuidor (Science Direct, Wiley, etc.). 


El artículo del ejemplo ya puede ser localizado de la forma habitual pero no hace ni 4 días solo se podía recuperar a través del nombre DOI. Accediendo a la revista, se hace una búsqueda "advanced" en el buscador inicial y allí es operativo ese identificador, que actúa como una llave para aquellos artículos que están en una fase de lo que antigüamente se llamaba preprint, es decir en la que apenas podían acceder sus autores y los reviewers, además de los editores. En muchas plataformas, aunque sepamos el título del artículo, el nombre de los autores, lo que sea, no hay otra posibilidad de acceso a un preprint que la que comentamos.


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