19/2/17

Del peine ochentero lila al pompadour hipster pasando por el Nokia 3310

o me extraña que una de las atracciones del próximo Mobile World Congress sea una reelaboración del Nokia 3310 puesto que las prestaciones de los teléfonos inteligentes allanan la imaginación. Las víctimas del ningufoneo (palabra a mi entender mal formada) o y los smombies (smartphone zombies) ejemplifican dos casos de la alienación tecnológica. No espero que el nuevo Nokia 3310 tenga la pantalla de fósforo o no pueda hacer fotografías o carezca de datos y archivos MPEG. Es inverosímil que se lance un móvil sin mensajería instantánea y todas esas prestaciones que nos ofrece Whatsapp o Telegram, Instagram, Messenger, etcétera. Me intriga saber en qué quedará el nuevo Nokia.
Hace unos años estaba en un museo madrileño y tomaba nota de un dato que se mostraba al lado de un cuadro. Entre el cuadro y yo se interpuso una joven que rápidamente tomo una fotografía de la pintura y su rótulo. Me pareció advertir que de alguna manera además pretendía darme una lección. Lo que ignoraba la buena mujer es que los datos que yo tomaba de diversos cuadros formaban una lista que yo ordenaba en mi libretita de forma que por la tarde pude consultar ya en un orden dado sus elementos. Mis notas las tomo formando como un mapa de ideas y esto, de momento, no hay ninguna aplicación que me lo aventaje. Tal vez hay alguna aplicación que pueda hacer lo que digo, pero no con la eficacia ni la rapidez con la que yo manejo mis notas a mano.
El ningufoneo creo que se ha generalizado precisamente entre los más jóvenes y me resulta muy irritante. De hecho cuando estoy con alguien que está demasiado pendiente de su teléfono le ofrezco mi retirada aunque lo haga amablemente, como si no quisiera molestar con mi presencia. Una variante deleznable de ningufoneo es la de quienes revisan o comprueban algo de lo que se habla en la wikipedia para móviles. Deleznable porque no es que comprueben lo que dicen ellos mismos sino que ponen a prueba lo que dicen los demás.
Las aplicaciones que más uso son la agenda, mi asistente de yoga y la cámara, algo de lo que a estas alturas ya no podría prescindir a no ser que no hubiera otro remedio. Y sin embargo casi nunca uso mi móvil en público y mucho menos cuando estoy con otras personas, de la misma manera que no haría otras cosas ninguneadoras.
La imagen de los smombies no tiene precedentes. Pienso en un cliché, el del piadoso leyendo su devocionario, pero esa imagen inspira una atención diferente, sin abducción diríamos. Pero nos sirve para recaer en el hecho de que son objetos de mano, como en algún momento lo fue el abanico, el reloj de bolsillo o el paquete de tabaco. 
Hacia mediados de los setenta estaba de moda entre los jóvenes llevar un peine en el bolsillo de detrás del pantalón tejano. No eran peines como los que de vez en cuando sacaba Elvis Presley en las películas para retocarse el tupé rockabilly o pomp (de Pompadour). Eran peines con mango y de colores primarios y alegres (naranja, verde, amarillo, rosa, azul cielo). Es decir, tal y como se diría en inglés, "in the back pocket of", asomando por el bolsillo de atrás. Por increíble que parezca había miríadas de jóvenes que llevaban un peine que se veía de lejos, en el bolsillo trasero del pantalón. La moda de entonces marcaba llevar los pantalones muy ajustados, de cintura bastante más baja que en los sesenta y con los bajos acampanados, así que el efecto era contundente. 


  
David Sipress ("The New Yorker")

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La letra capital es de Marta Ignerska, nacida el año 1978.

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