27/3/14

Ciencia y caridad

Repaso un capítulo del libro de Michel Foucault, La vida de los hombres infames, el que lleva por título "Incorporación del hospital a la tecnología moderna". Vuelve a encontrarme un párrafo que reproduzco en su integridad (las negritas son mías):
Con anterioridad al siglo XVIII el hospital era esencialmente una institución de asistencia a los pobres, pero al mismo tiempo era una institución de separación y exclusión.
[...]
Decíase en aquellos tiempos –y con razón- que el hospital era un lugar para ir a morir. El personal hospitalario no estaba destinado a curar al enfermo sino a conseguir su propia salvación. Era un personal caritativo (religioso o laico) que estaba en el hospital para hacer obras de misericordia que le garantizaran la salvación eterna (*)
Invariablemente, este retazo de uno de los mejores libros de este filósofo antipsiquiatra, y aún otros mucho mejor, nos recordará a los que conocemos algo los hospitales por de dentro, cómo fácilmente adopta funciones transversales, secundarias y hasta incidentales, para provecho no precisamente de la salud en general y en particular, sino formando parte de un engranaje. Los hospitales captan lo mejor y lo peor de nuestro tiempo. Es habitual que los ladrones se fracturen un fémur.
Pero lo que nos traería aquí hoy es como el paso de los hospitales caritativos a los hospitales científicos conllevó que se registraran por escrito los casos. Piénsese, como hemos podido ver en los libros de registro del Hospital de Sant Pau medieval, que lo único que se apuntaba entonces era el nombre, filiación y pertenencias de los que allí ingresaban solemnemente pobres. Enlazo una página de un libro de registro del siglo XVI, actualmente en la Biblioteca de Catalunya.
"Hasta mediados del siglo XVIII quien ejercía el poder era el personal religioso, raramente laico, encargado de la vida cotidiana del hospital, la salvación y la asistencia alimentaria de las personas internadas. Se llamaba al médico para atender a los enfermos más graves, y más que una accción real se trataba de una garantía, una justificación. La visita médica era un ritual muy irregular, en principio se hacía una vez al día y para centenares de enfermos. Por añadidura el médico dependía administrativamente del personal religioso, el cual podía incluso despedirlo.
[...]
Finalmente se implanta la obligación de que los médicos confronten sus experiencias y sus registros –por lo menos una vez al mes, de acuerdo con el reglamento del Hôtel-Dieu en 1785- para averiguar los distintos tratamientos administrados, los que han resultado más satisfactorios, los médicos que tienen más éxito, si las enfermedades epidémicas han de pasar de una sala a otra, etcétera.
De esta manera se forma una colección de documentos en el seno del hospital, y éste se constituye no sólo en un lugar de cura sino también de registros y de adquisición de conocimientos. Por tanto, el saber médico, que hasta el siglo XVIII estaba localizado en los libros, en una especie de jurisprudencia médica concentrada en los grandes tratados clásicos de medicina, empieza a ocupar un lugar, no en los textos, sino en el hospital; ya no se trata de lo que fue escrito e impreso sino de lo que todos los días se registra en la tradición viva, activa y actual que representa el hospital.
Es así como llega a afirmarse, en el periodo de 1780-1790, la formación normativa del médico en el hospital. Esta institución, además de ser un lugar de cura, es también un lugar de formación médica.” (*)
Es apasionante ver el proceso desde el hospital como lugar donde aislar a enfermos, indigentes, etc. a veces por la propia salvación espiritual de los benefactores, pasó a convertirse en un lugar de orden y análisis, y de formación científica. Sabemos que sin ese proceso serían inconcebibles las publicaciones científicas que ahora lo son por antonomasia, las publicaciones periódicas.
A través de la historia de los hospitales como instituciones sanitarias también nos es dado advertir las debilidades y las fortalezas de las sociedad humana. Que los hospitales no son ajenos a la vida económica y sus bonanzas, intereses, abusones, terciaristas, etcétera:
"¿Cómo se produjo la transformación, es decir, cómo se medicalizó el hospital y cómo se llegó a la medicina hospitalaria?
[...]
Esta hipótesis de que la “medicalización” se produjo gracias a la eliminación del desorden que causaba puede confirmarse por el hecho de que la primera organización hospitalaria de Europa se encuentra en el siglo XVII, esencialmente en los hospitales marítimos y militares. El punto de partida de la reforma hospitalaria no fue el hospital civil sino el marítimo, lo que se debió a que este último era un lugar de desorden económico. A través de él se traficaban mercancias, objetos preciosos, materias raras, especias, etc., procedentes de las colonias. El traficante fingía estar enfermo y al desembarcar lo llevaban al hospital, donde escondía los objetos y eludía así el control económico de la aduana. Los grandes hospitales marítimos de Londres, Marsella o La Rochelle eran lugares de un enorme tráfico contra el que protestaban las autoridades fiscales" (*).
[...]

"Ciencia y caridad" (Pablo Ruiz Picasso, 1895)
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(*) Michel Foucault, “Incorporación del hospital a la tecnología moderna”, La vida de los hombres infames, págs. 70-78.


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